¿Por qué es tan difícil para una mujer pedir ayuda o denunciar?

21 de noviembre de 2025

¿Por qué es tan difícil para una mujer pedir ayuda o denunciar?

Cuando hablamos de violencia basada en género, muchas veces aparece la misma pregunta: “Si está viviendo violencia, ¿por qué no denuncia?” Pero la realidad es mucho más compleja. Para muchas mujeres, pedir ayuda no es un acto simple; es un proceso lleno de miedos, riesgos y decisiones imposibles. No es sólo llenarse de valentía: es supervivencia.

Denunciar puede significar más peligro. Muchas mujeres saben que, si hablan, el agresor podría reaccionar con más violencia, amenazar su vida o la de sus hijos, o quitarles lo poco que tienen. Antes de levantar la voz, deben medir un riesgo que no todos están viendo. Y cuando no existe una red segura que pueda sostenerlas, cada paso parece aún más incierto.

A esto se suma que las rutas institucionales no siempre son claras ni consistentes. Cambian según el territorio, los horarios, la capacidad de atención o incluso la actitud de quien recibe el caso. Hay mujeres que no saben por dónde empezar, qué documentos necesitan o qué va a pasar después. La incertidumbre, la confusión y el miedo a la burocracia también paralizan.

Muchas veces, incluso cuando llegan a pedir ayuda, se encuentran con miradas que dudan, comentarios que juzgan o preguntas que hieren. La revictimización desgasta. Salir de la violencia se vuelve más difícil cuando, en lugar de protección, encuentran silencio, dudas o trámites que las devuelven al punto de partida.

Y cuando el agresor controla el dinero, la vivienda o la movilidad, denunciar no solo implica un riesgo emocional, sino también económico. Para muchas mujeres, la decisión no es entre “violencia o libertad”: es entre “violencia o desamparo”. La dependencia económica es, muchas veces, otra forma de esclavitud silenciosa.

Las cifras recientes confirman estas barreras .** Un informe de la Red Nacional de Mujeres** revela que entre 2021 y 2023 el 78 % de los feminicidios permaneció en la impunidad, y que casi el 99 % de los casos de acoso sexual no avanzó en el sistema judicial. Además, la Procuraduría reportó que en 2024 se realizaron 16.797 exámenes medicolegales por presunta violencia sexual, con un 88 % de víctimas mujeres, lo que evidencia tanto la magnitud del problema como la enorme carga institucional para atenderlo. Cuando las mujeres ven que la justicia no responde, que los casos no avanzan o que la protección no llega, es comprensible que denunciar no parezca una opción segura.

La sociedad también pesa. Durante años se ha repetido que “la ropa sucia se lava en casa”, que “hay que aguantar por la familia”, que “esas cosas pasan”. Esas frases se quedan en el cuerpo y generan culpas que no corresponden, vergüenzas que silencian y dudas que frenan. ** La violencia no empieza ni termina en un golpe:** se mantiene en ideas, silencios y mandatos culturales que todavía siguen presentes

Por eso, cuando una mujer no denuncia, no es falta de coraje. Es una cantidad de miedos reales, barreras institucionales, precariedades económicas y heridas emocionales . No es que no quiera salir: es que no siempre puede hacerlo sola.

La verdadera pregunta no debería ser “¿por qué no denuncia?”, sino ¿qué estamos haciendo —como comunidad, como instituciones, como sociedad— para que denunciar sea más seguro, más claro y más humano?

Creditos de la imagen: Nosotras

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